En contraste con el estatuto de privilegio
otorgado a la vista y el oído, en la tradición de la cultura occidental se
clasifica al gusto como un sentido inferior cuyos placeres el hombre comparte
con otros animales y en cuyas impresiones no se mezcla lo moral.
En Hegel, el
gusto es lo contrario de la visión y la audición, porque, entre otras cosas,
“no se puede degustar una obra de teatro como tal, dado que el gusto no deja al
objeto libre de por sí, sino que lo disuelve y lo consume”. Sin embargo, en
griego y en latín modernos, el gusto se relaciona etimológica y semánticamente
con la esfera del saber, como un acto de conocimiento.
A lo largo de
los siglos XVII y XVIII se comienza a distinguir el gusto como una facultad
específica, encargada del juicio y del disfrute de la belleza. Kant identifica
el enigma del gusto como un cruce entre conocimiento y placer. Desde el
principio el problema del gusto se presenta como el de otro conocimiento: un
conocimiento que no puede dar razón de su saber, pero lo disfruta; y se lo
caracteriza también como otro placer: un placer que conoce y juzga, de acuerdo
con la definición implícita de gusto de Montesquieu, como medida del placer. La
estética moderna, a partir de Baumgarten, está construida como un intento de
investigar la especificidad de este “otro” conocimiento.
Autor: Giorgio
Agamben
Publicación: Buenos
Aires: Adriana Hidalgo Editora S.A, 2016
Este libro es una nueva adquisición del Sistema
de Bibliotecas, y desde ahora puede ser consultado en la Biblioteca del Carmen
de Viboral, Colección general, 111.85/A259
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